Pegasus fue el primer (y probablemente último) gran supergrupo de nuestra geografía que realmente mereció el sobrenombre. Hablar sólo de jazz no sería justo en su caso porque no reflejaría mas que una parte de lo que hicieron y consiguieron. Fue mucho más que eso y llegaron incluso más lejos de lo que a priori parecía destinado a una formación de estas características. No nos engañemos: en la España de principios de los 80, el jazz eléctrico sólo interesaba a unos pocos entendidos y Pegasus contribuyó decisivamente a ensanchar miras. Max Sunyer (guitarras) y Josep Mas “Kitflus” (teclados) estuvieron en los cruciales Iceberg; Santi Arisa (batería) pasó por Tribu y Fusión; y Rafael Escoté (bajo) estuvo en Catalonia. Los cuatro eran músicos virtuosos y no les costó hacerse imprescindibles en su entorno musical. Juntarse –y de una forma tan equilibrada y democrática como la suya– era una cuestión de tiempo. Supieron aprovechar esa tradición por la música instrumental e improvisada que surgió en los alrededores del viejo Zeleste de Barcelona. Del “laietanismo” al “postlaietanismo ilustrado”. Y lo hicieron perdurar manteniendo una visión ejemplar y personal sobre rock, rumba y flamenco, por ejemplo, haciendo de todo ello una fusión muy funky –con tan briosa exposición en sus primeros discos– y con un empeño profesional poco visto por aquí en aquel entonces. En esa difícil travesía que fueron los 80 para todo aquel que no siguiera los dictados del “mainstream”, hacer jazz de fusión y encima pretender vivir de él, tenía su valiente mérito. Pero Pegasus también se benefició de ese “mainstream”. Juro que una vez escuché “Transmediterrani exprés” en los 40 Principales. Y puedo enseñar a quien me lo pida un ejemplar del suplemento “de TV y variedades” del Diario de Cádiz, con toda su portada dedicada a Pegasus (y no a Michael Jackson, Tino Casal, Rafaela Aparicio o El Gran Wyoming, que también merecieron artículos dentro). Hacerse ahora de una vez con toda su discografía está a tiro de piedra gracias a la publicación de Antología, una muy recomendable caja que recopila así, tal cual, todos y cada uno de los ocho discos que llegaron a ofrecer entre 1982 y 1997 –su periodo de actividad real–, más la edición de 2001 de La prehistòria, maquetes primigènies. Aquí es, de hecho, donde todo comenzó: con las dos sesiones que el grupo hizo aquel 3 de junio de 1982 en los estudios Sonocentro de Barcelona, con Santi Picó en la mesa de sonido y mezclas. Sin ser conscientes de que ya tenían EL DISCO, querían llegar lo más preparados posible a los estudios Audiofilm de Madrid, donde les aguardaban un coproductor (nada menos que Alain Milhaud) y un ingeniero de sonido (Luis Fernández Soria) con ganas de hacerlos sonar “posmodernos” (no hay que olvidar que en Audiofilm se grabaron algunos de los más reprobables proyectos de tecno-pop patrio del momento; ahora nos cuesta reconocerlo, pero entonces era lo que escuchábamos, lo que nos gustaba). De ahí salió Nuevos encuentros (1982), un disco esencial, inmaculado, que contiene los celebérrimos “Conga con ganas”, “Ball de gegants”… Sus piezas más radiantes, las que podrían encajar en el tópico de “luminoso jazz mediterráneo” y que cualquier programa matutino de radio ya quisiera tener como contagiosa sintonía, música con capacidad intrínseca para transmitir muy buen rollo. Con Comunicació (1983) y Searching (1984), Pegasus evolucionó tecnológicamente y fijó su fórmula (jazz avanzado + teclados y baterías electrónicas). Llegó Montreux Jazz Festival (1985) y su actuación en un importante festival (cuando los suizos aún mantenían criterios jazzísticos más estrictos), su cota internacional más alta. Al año siguiente sorprenderían con Simfonia d’una gran ciutat, complejo pero logradísimo reto de musicar el film homónimo que Walter Ruttman rodó en 1927 en Berlín. Cóctel (1988) es probablemente el disco que peor ha envejecido del lote, pero por el tipo de fusión emprendida, que ya no se lleva (lo que saben muy bien Sadao Watanabe y Dave Grusin, por ejemplo). La recta final llegaría con El setè circle (1990) y Selva pagana (1997), con un sonido más lírico, orgánico y encarrilado. Son obras muy dignas –probablemente sus mejores trabajos–, gracias también a servirse contracorriente. Hay rumores de que el Gran Caballo Alado no ha muerto, que quiere volver a cocear, hacer manar fuentes de agua allá donde plante alguna de sus cuatro patas. Ésta es sin duda una muy buena noticia. GERNOT DUDDA.
Pegasus - La prehistòria Maquetes Primigènies (19829
Temas: 01-Cosmópolis 02-Ball de Gegants 03-Tema del Mull 04-Arístides y el Gato 05-L'enanito trist 06-Conga Con Ganas 07-Gritos y susurros 08-El turista
Musicos: Max Sunyer (guitarras) Josep Mas “Kitflus” (teclados) Santi Arisa (batería) Rafael Escoté (bajo)
El jazz latino es una vertiente del jazz que combina melodías africanas y latinas.Las dos principlaes categorías del Latin Jazz son la Brasileña y la and Afro-Cubana.El Latin Jazz Brasileño incluye el bossa nova y la samba. El Jazz Afro-Cubano incluye salsa, merengue, songo, son, mambo, bolero, charanga y cha cha cha El Latin Jazz se originó a finales de los Años 40 cuando Dizzy Gillespie y Stan Kenton comenzaron a combinar el ritmo y la estructura de la música Afro-Cubana, ejemplificada por Machito y sus Afro-Cubanos, con instrumentos de jazz.En comparación con el Jazz Americano, el Latin Jazz emplea un ritmo fijo, parecido al ritmo swung. Latin Jazz raramente emplea un compás tocado en cuatro, pero usa una forma de clave. La conga, el timbal, güiro, y claves son instrumentos de percusión que contribuyen al sonido Latino.La Samba se origina en la música Afro-Brasileña del siglo XIX tal como el Lundu. Emplea una forma modificada del clave. El Bossa Nova es una música híbrida, que utiliza algo del ritmo de la Samba pero influenciada por música Europea y Estadounidense desde Debussy a US jazz. El Bossa Nova se origina en los Años 60, principalmente por los esfuerzos de los brasileños Antonio Carlos Jobim, João Gilberto, y el estadounidense Stan Getz. Su canción más famosa es Garota de Ipanema (La Chica de Ipanema), cantada por Gilberto y su esposa, Astrud Gilberto.
De donde viene el nombre de L'Ostia???
A inicios del siglo XVIII los vecinos de la Barceloneta se quejaban porque el cierre de los portales les hacía difícil asistir a las funciones de noche, puesto que cuando salían del teatro (Principal de la Rambla) no podían volver a casa porque encontraban cerrado el portal de Mar. Las autoridades militares accedieron a cerrar el portal de Mar media hora despues de que terminase la función del teatro, dos días a la semana que quedaron fijados. Este horario extra fue calificado de "La Hora de L'Ostia", en alusión al nombre humorístico de L'ostia que se aplicaba a la Barceloneta. Hay otra versión puritana relativa al origen del nombre "Ostia" dado a la Barceloneta, que recordaba que este mote quería decir Puerta en latín y puesto que el barrio fue hecho extramuros, era una especie de puerta marítima de Barcelona. Es posible que el origen de la denominación fuese un juego de palabras, pero lo que es indudable es que a nivel popular, cuando se decía que la Barceloneta era l'Ostia, se decía en un tono muy poco latín, mas bien referido a la composición eminentemente obrera i a la constante agitación política del barrio. Fuente: Joan Amades. Historias y leyendas de Barcelona.
No confirmado. Un carguero italiano de la ciudad de Ostia que transportaba madera naufragó y los marineros y tripulantes estuvieron viviendo en barracas en la playa durante unos años hasta que fueron rescatados y devueltos a su ciudad.
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