Sí, Frank Morgan consiguió regresar, pero no sin esfuerzos. Baste decir que entre su primera grabación en 1.955 (Frank Morgan – GNP Crescendo) y la siguiente, transcurrieron mas de treinta años. Casi media vida perdida en esos años de oscuridad. Morgan es, por tanto, una leyenda viviente. Uno de esas leyendas que tanta veneración generan entre los aficionados al Jazz, frente a las que ni el afilado bisturí del crítico, puede desentrañar la confusa frontera entre el músico y el mito.
Tal vez no deba siquiera intentarlo. Por eso, lo único verdaderamente cierto es que cuando Frank Morgan, a sus setenta años y con un ictus cerebral sufrido hace algunos años, se presenta ante el público neoyorkino en el club Jazz Standard, es capaz, con unas pocas frases, de emocionar. ¿Por que?. Quizás por todo aquello que Morgan sabe. Porque su música es capaz de transmitir experiencias y sentimientos, y porque el Jazz es precisamente eso y la carencia de aquellos no la puede suplir la técnica portentosa de algunos, que a menudo no es más que vacua verborrea.
Frank Morgan regresa repasando magistralmente algunos de esos maravillosos standards eternos como Polka, Dots and Moonbeams, Old Folks, Georgia o Summertime, cuatro temas para rememorar a Miles: Tune Up, All Blues, Nefertiti y Footprints y otros tres para recordar a Coltrane, Impressions, Equinox y Bessie’s Blues, sin olvidar a Monk con dos clásicos del pianista, Round Midnight y I mean You ni a Ellington con los temas In a Sentimental Mood y Don´t Get Around Much Anymore. Y como colofón, un fabuloso Cherokee que interpreta con todo el orgullo de su origen indio-americano. Todo un universo temático, una mera excusa para demostrar la polivalencia de su lenguaje esencialmente moderno, pero sin transgresiones.
Pero Frank Morgan no está solo en el escenario. Al piano se encuentra George Cables, que ya
acompañó en el pasado a otras figuras míticas como Art Pepper o Dexter Gordon.