Jerry González (Nueva York, 5 de junio de 1949-Madrid, 1 de octubre de 2018) fue un músico de jazz estadounidense de raíces puertorriqueñas. Trompetista y percusionista, es uno de los pioneros del jazz latino.
Jazzista con vocación de rumbero, o viceversa, Jerry González es uno de los músicos más
progresivos del jazz latino. Durante sus años de universitario, integra un quinteto de jazz latino con su hermano Andy y el trompeta Kenny Dorham. Conoce al batería Rashied Ali, su primer guía en la vanguardia. A partir de 1969, graba con importantes jazzistas, como George Benson, Dizzy Gillespie y Houston Person. Colabora con la orquesta Jazz Composers, de Clifford Thornton. A partir de 1974, participa en importantes sesiones latinas con los hermanos Palmieri, Bobby Paunetto y el Grupo Folklórico Experimental Nuevayorkino. En 1979, Kip Narran le ofrece la oportunidad de grabar en solitario. A raíz de la grabación, surge la Fort Apache. La banda lleva por nombre el del problemático barrio hispano de Nueva York donde crece Jerry y donde brota esa música – desenfadada, intensa y sensual –que de manera imprevisible une a dos culturas distintas. Por su compromiso con la búsqueda de nuevas modalidades, los Apache se sitúan de inmediato en la vanguardia del jazz latino. Además de Monk, otras referencias de la banda son Miles Davis y sus discípulos Ron Carter y Wayne Shorter. De hecho, durante años, González suena como el fantasma de Davis en trompeta. En 1981, participa en el debut norteamericano de Paquito D’Rivera; también, con Totico y sus rumberos. Colabora con McCoy Tyner, por primera vez, en 1982. Será el percusionista de su big band diez años más tarde. En 1983 aporta percusión a la vocalista Abbey Lincoln. Hace jazz punk con Jaco Pastorius. En años recientes, lo escuchamos con Dave Valentin, David Sanchez y la orquesta de Chico O’Farrill.
Desde su llegada a España en 2001 ha grabado trabajos como Jerry González y los Piratas del Flamenco, y ha abierto una ventana a los flamencos para que estos dos lenguajes musicales se estimulen, se provoquen, se combinen y se seduzcan hasta doler. González ha tocado en diferentes trabajos de Paco de Lucía, Enrique Morente, Martirio, El niño Josele, y un largo etc. de figuras del flamenco, lidera su propia banda de latin jazz. Music for big band no solamente es la primera grabación realizada en España por Jerry González con una big band, es también el álbum que confirma el talento de arreglista de Miguel Blanco, el bajista de La Calle Caliente quien además ha dirigido y producido las sesiones. La relación musical de Blanco y González data de la grabación en 2002 de la composición Invitation que figura en el álbum Mozambique Soul de La Calle Caliente. “Este nuevo disco tiene que ver con la muerte sin pretenderlo” dice bromeando Blanco. “Fijámonos en los títulos: Goodbye Porkpie Hat es un tema por la muerte de Lester Young; Rumba p’a Kenny está dedicado al difunto Kenny Kirkland; Fall (¡Otoño!), Nightfall (¡Anochecer!) ¿Será que nos estamos riendo de la muerte? ¡Jerry lo hace! » Music for Big Band tiene una real vocación mestiza. A lo largo del álbum Blanco recurre a una paleta de percusiones proveniente de diferentes culturas musicales, lo que da un carácter embrujador a todos los arreglos : cajón, bongo, congas, shekere, clave, timbales, catá, bendir, caxixis. Esta combinación nada clásica permite una mezcla de patrones afrocubanos en un género flamenco. Aparte del trompetista la orquesta comprende solistas de primera línea como los pianistas Albert Sanz y Edu Tancredi, los saxofonistas Perico Sambeat y Gorka Benitez, el flautista Jorge Pardo, el trombonista Norman Hogue, los guitarristas Pep Mendoza y Dani Perez. Según Fernando Trueba, conocido erudito del latin jazz, el mejor disco de big band grabado nunca. Mas información relacionada
Ray Mantilla nació en 1934 en la atmósfera rica en ritmo y enloquecida por la danza del sur del Bronx, donde las formas rítmicas afrocubanas se transfiguraron con armonías y sensibilidades del jazz en las calles, los hogares y los salones de baile. A los 21, Mantilla estaba en el quiosco tocando tambores de conga junto con sus contemporáneos Eddie Palmieri y Ray Barretto, tocando esa síntesis única neo-nuyorican conocida como 'salsa'.
Con el flautista Herbie Mann, Ray Mantilla entró en el centro de atención internacional en 1960. Luego, Max Roach lo invitó a ser parte de la clásica grabación "Freedom Now Suite". Después de una temporada en Puerto Rico, donde perfeccionó sus habilidades en la trampa, Ray regresó a los Estados Unidos para encontrarse de gira a nivel nacional y en Europa y Japón con Art Blakey y los Jazz Messengers. Durante los siete años que Ray estuvo con Blakey, ocupó sus horas libres trabajando en el estudio mientras grababa y actuaba con casi todas las figuras importantes del jazz, incluidas las cantantes Eartha Kitt y Josephine Baker.
En 1977, Ray Mantilla se convirtió en el primer músico latino norteamericano en tocar en Cuba desde la Revolución Cubana cuando apareció allí como un miembro esencial del conjunto histórico de buena voluntad dirigido por Dizzy Gillespie.
La carrera de Ray Mantilla ha incluido la membresía en muchos conjuntos legendarios de Jazz y Latin Jazz. Una breve lista de los créditos de Mantilla incluye a Max Roach, Charles Mingus, Ray Barretto, Gato Barbieri, Sonny Stitt, Bobby Watson, Herbie Mann, Tito Puente, Cedar Walton y Freddie Hubbard. Prolífico en el estudio, Mantilla se puede escuchar en más de 200 álbumes. Ha aparecido en los principales clubes de la ciudad de Nueva York: Apollo Theatre, Palladium, Blue Note, SOB's, Birdland, Fat Tuesday's, Village Gate y Village Vanguard, además de muchos de los principales festivales internacionales de jazz como Sanremo, Pori Jazz. Festival, JVC Jazz Festival, Montreaux Jazz Festival y el Grande Parade du Jazz.
Ray Mantilla describe su música como "Latin Jazz con auténticos ritmos latinos". Su objetivo, dice, "es seguir tocando buena música, que la gente venga a vernos y preservar la tradición". En 2003 Ray Mantilla firmó con Savant Records y se lanzó su primer disco para el sello, "Man-Ti-Ya" (SCD 2059). Su última grabación, "Good Vibrations" (SCD 2073) agrega el sonido único de las vibraciones de Mike Freeman a su conjunto.
Ray Mantilla, un conguero, timbalero y director de orquesta que fue uno de los percusionistas de mano más prolíficos tanto en el jazz latino como en el jazz en general, murió el 21 de marzo (2020) en el New York-Presbyterian / Columbia University Medical Center en Manhattan. Tenía 85 años. D.E.P.
Mas información relacionada Ray Mantilla with Bobby Watson - Dark Powers(1988) Temas: 01. Dark Powers 02. Catch Me If You Can 03. Dialogue 04. Curveball 05. The Things You Do 06. Hostage 07. Rostro de Ti Musicos: Ray Mantilla (Percusión) Bobby Watson (Sax alto) Eddie Martinez (Piano) Viven Ara Martinez (Vocals) Dick Oatts (Flauta, Sax soprano), Sax tenor) Rubén Rodríguez (Bajo) Steve Berrios ( Batería, percusión)
Añadiendo cuatro vocalistas excepcionales a su programa, el trompetista Tom Harrell lleva al oyente en un viaje a través del tiempo y el espacio. Músicas contemporáneas del mundo, funk de hace 30 años, arreglos de swing de banda de escenario y la ardiente presencia de su trompa, colorean con autoridad el programa de Harrell. Las diez piezas son composiciones suyas. El quinteto, que incluye a Jimmy Greene, Xavier Davis, Ugonna Okegwo y Quincy Davis, proporciona una base firme sobre la que el trompetista y los invitados especiales se apoyan con confianza. Aunque Harrell y sus invitados están en plena forma, el programa parece diseñado para desalentar la emoción exacerbada. Entre las melosas baladas del compositor con cuerdas y sus deslucidos arreglos de banda, el vigésimo álbum del líder como líder toma un camino diferente al de sus más exitosas aventuras. El único destello de ardiente emoción llega a través de "Heavens", donde la flauta y el fliscorno tocan ligeramente desafinados en una especie de "Desafinado". Las líricas frases de piano de Davis ayudan a interpretar el espíritu de originalidad que se pretende en la pieza, pero el contrapunto se mantiene en un patrón de espera durante tanto tiempo que empieza a cansar. Varias piezas funk invitan al magnetismo de los ritmos que golpean los pies y sacuden los hombros, pero deambulan en círculos sin llegar a una conclusión.
Los solistas clave de la sesión dan al programa un impulso considerable. Gil Goldstein y Antoine Silverman aportan un brillo resplandeciente a "Paz". Los saxofonistas Myron Walden y Jimmy Greene se pavonean en varios momentos álgidos. Marvin Sewell balancea "See You at Seven" con la sabiduría del blues de un veterano. Cassandra Wilson, Dianne Reeves y Jane Monheit comparten momentos más tristes con el trompetista. La interpretación de Claudia Acuña de "Radiant Moon" tiene matices más brillantes que, sin embargo, siguen siendo algo comedidos. El tema que da título a la obra de Harrell conlleva una majestuosidad procesional con dirección fúnebre. Atemporal en su capacidad expresiva de imaginería intuitiva, la pieza resume este álbum como un viaje, vacío de aventuras y repleto de reflexiones. ~ Jim Santella (allaboutjazz)
Durante muchos años, los fanáticos del jazz latino y la salsa han escuchado a los directores de orquesta gritar el nombre "Tata Güines", que siempre ha sido seguido por un solo de conga ampollas y con un toque de tiempo. Con el Pasaporte de 1994, no se necesitan presentaciones. En el primer álbum de Tata como líder, colabora con el también gran percusionista / productor cubano Miguel Angá. En el transcurso de las ocho canciones del álbum, Tata y Angá llevan a sus oyentes, como lo expresó Tata, a una "fiesta de tumbadora, con todas las variaciones de la música cubana y su relación con el jazz".
Los invitados a la fiesta incluyen funk cubano, descarga, rhumba, mambo, son y más. No solo invitaron a las estrellas estilísticas de la tradición musical de Cuba, sino también a sus artistas estrella actuales, como el pianista Frank Emilio, los bateristas Calixto Oviedo y Giraldo Piloto, la vocalista Merceditas Valdés y el bajista Orlando "Cachaito" López, con otros demasiado numerosos para nombrar. Aunque la etiqueta Egrem de Cuba a menudo carece de brillo sónico, las actuaciones musicales son geniales. Güines es un maestro indiscutible de su instrumento. Debido a que, por lo general, presta sus talentos a supergrupos como Maraca o ¡Cubanismo !, Pasaporte ofrece una rara oportunidad de escuchar a este reconocido secuaz al frente y en el centro. ~ Evan C. Gutiérrez (allmusic) Mas información relacionada Tata Güines & Miguel Angá - Pasaporte (1995) Temas: 01. Presentación 02. Rumberos De Ayer 03. Descarga Pa' Gozar 04. ¿Donde Va Mulata? 05. Angá 06. Blem Blem Blem 07. Tata Se Ha Vuelto Loco 08. La Clave De Los Primeros Musicos: Tata Güines - Percusión, Tumba Miguel Angá - Batería, Pailas, Bata, Tumba, Productor Orlando "Maraca" Valle - Flauta, Piano, Teclados, Arreglista, Productor Orlando "Cachaito" López - Contrabajo Carlos del Puerto - Bajo Frank Emilio - Piano Cesar Lopez - Saxofón Ernan Lopez - Piano Giraldo Piloto - Batería, Pailas Richard Egües - Flauta Feliciano Arango - Bajo Juan Munguía - Trompeta Carlos Alvarez - Trombón Calixto Oviedo - Batería Guillermo Pompa - Tres Raúl Planas - Voz Merceditas Valdés - Voz Moisés Valle - Voz Ernesto Gatel - Voz
Arthur Edward Pepper, Jr. (Gardena, del condado de Los Ángeles, 1 de septiembre de 1925-15 de junio de 1982) fue un músico estadounidense de jazz, saxofonista alto, que tocaba también el tenor. Comenzó su carrera musical en los años cuarenta tocando con Benny Carter y Stan Kenton. En los cincuenta, Pepper se convirtió en uno de los principales músicos del West Coast jazz, junto con Chet Baker, Gerry Mulligan, Shelly Manne y otros. Pepper nació en San Pedro, California, aunque vivió durante muchos años en las colinas de Echo Park, en Los Ángeles. Se convirtió en heroinómano en los años cuarenta y su carrera se vio interrumpida por varias sentencias de prisión relacionadas con las drogas en los años cincuenta y sesenta. A finales de los sesenta, estuvo en Synanon, dentro de un grupo de rehabilitación para ex drogadictos. Tras empezar una terapia con metadona a mediados de los setenta, Pepper pudo regresar a su carrera musical y grabó una serie de discos muy elogiados. Su autobiografía Straight Life: the Story of Art Pepper (1979), co-escrita con su tercera mujer Laurie Pepper, es una excepcional exploración en el mundo del jazz y en las subculturas de las drogas y lo criminal de la California de mediados del siglo XX; ese libro fue traducido al español en 2011 como Una vida ejemplar, memorias de Art Pepper. El documental Art Pepper: Notes from a Jazz Survivor, disponible en DVD, dedica mucho espacio a la música de unos de los últimos grupos en los que tocó, junto con el pianista Milcho Leviev. Ejemplos de los discos más famosos de Pepper son Art Pepper Meets the Rhythm Section, The Aladdin Recordings (tres discos), Art Pepper + Eleven - Modern Jazz Classics, Gettin' Together, and Smack Up. Música representativa de sus comienzos aparece en The Early Show, The Late Show, The Complete Surf Ride y The Way It Was!; y de su prolífico último periodo en The Living Legend, Art Pepper Today, Among Friends y Live in Japan: Vol. 2. Existe también una entrevista con Laurie Pepper disponible en NRP (ver aquí mismo los enlaces externos)._ (wikipedia) Complete las grabaciones de Kenton’s Capitol Studio con Pepper’s Solo. ¡La máquina Kenton en su mejor momento! Tras su lanzamiento al Ejército en el '46, se reincorporó a la banda de Kenton, que probablemente fue la mejor edición de la historia. Fue allí donde se hizo amigo de Shorty Rogers, Frank Rosolino y Shelly Manne, con quienes hizo grabaciones. (También fue aquí donde adquirió su hábito de heroína, que lo perseguiría el resto de su vida). Pepper jugó con Kenton de 1947 a 1952, durante la mayor popularidad del grupo, y su fase más experimental. La Orquesta "Innovaciones en la Música" de Kenton, con metales profundos y una sección completa de cuerdas, tocaba suites de gran complejidad, a menudo con poca conexión con el jazz. Mas información relacionada
Art Pepper - Those Kenton Days (1943,47,50,51)-(1982)
Temas: 01-Harlem Folk Dance 02-Unison Riff 03-Cuban Carnival 04-Journey to Brazil 05-How High the Moon 06-Harlem Holiday 07-Jolly Rogers 08-Blues in Riff 09-Art Pepper 10- Viva Prado 11- Round Robin 12- Dynaflow 13- Jump for Joe 14- Francesca 15- Sambo 16- Street of Dreams
Musicos: Art Pepper-Sax (Alto), Main Performer, Soloist, Liner Notes Bart Varsalona-Trombone (Bass) Ray Wetzel-Trumpet, Soloist Ralph Blaze-Guitar Johnny Halliburton-Trombone George Weidler-Sax (Alto) Dick Kenney-Trombone Paul Weigand-Trombone (Bass) Chico Álvarez-Trumpet, Soloist Don Paladino-Trumpet Harry Forbes-Trombone Lloyd Otto-French Horn Bart Caldarell-Sax (Tenor) Jim Salco-Trumpet Warren Weidler-Sax (Tenor) Red Dorris-Sax (Tenor), Soloist Stan Fletcher-Tuba Dick Morse-Trumpet Eddie Meyers-Sax (Alto) Clyde Singleton-Bass Joe Vernon-Drums George Faye-Trombone Maurice Beeson-Sax (Tenor) John Carroll-Trumpet, Soloist Shorty Rogers-Trumpet, Arranger, Soloist Eddie Safranski-Bass, Soloist Bob Ahern-Guitar Al Porcino-Trumpet, Soloist Milt Bernhart-Trombone, Soloist Harry Betts-Trombone John Cave-French Horn John Coppola-Trumpet Jack Costanzo-Bongos, Soloist, Conga Gene Englund-Tuba Bob Fitzpatrick-Trombone Karl George-Trumpet, Soloist Bob Gioga-Sax (Baritone) John Howell- Trumpet Sinclair Lott-French Horn June Christy-Vocals, Soloist Laurindo Almeida-Guitar, Soloist Eddie Bert-Trombone, Soloist Conte Candoli-Trumpet Buddy Childers-Trumpet, Soloist Bob Cooper-Sax (Tenor), Soloist Maynard Ferguson-rumpet, Soloist Jimmy Giuffre-Sax (Tenor) Stan Kenton-Piano, Arranger, Soloist Shelly Manne-Drums, Soloist Bud Shank-Flute, Sax (Alto), Soloist Don Bagley-Bass, Soloist John Graas-French Horn Ken Hanna-Trumpet Bill Russo-Trombone Stu Williamson-Trumpet
Faustino Oramas Osorio, «el Guayabero», cantante, tresero y compositor de Holguín, Cuba, nació el 4 de junio de 1911 y falleció el 27 de marzo de 2007. Trovador popular, es reconocido como «el juglar mayor de Cuba» y alcanzó fama como «el rey del doble sentido» por su habilidad y gracia para hilvanar complejos relatos cantados en los que hacen gala el humor y la picardía. Desde 1938 adoptó el mote de «el Guayabero». En su honor se convoca hace varios años el concurso «Música con humor», a lo cual dedicó su vida profesional, con gran arraigo popular en toda la isla de Cuba. Su sentencia más usada era: «santa palabra».- (wikipedia)
Casi nadie lo conoce por su verdadero nombre. Sin embargo, cuando se habla de El Guayabero viene a la mente de todos los cubanos su peculiar estampa y el criollísimo humor de sus canciones. Cuando uno lo mira bien, descubre que Faustino Oramas parece un Quijote demasiado expuesto al sol. Como el inmortal caballero de Cervantes, Faustino es de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de caza (de la caza de amor /que/ es de altaneria como bien dijera Gil Vicente). Incluso, como todo caballero andante, Faustino Oramas tiene su nombre de guerra: El Guayabero. Sin embargo, su oficio no es de desfacer entuertos, sino recorrer nuestra vida ínsula, de pueblo en pueblo, acompañado siempre de sus tres, como los viejos juglares. Como los juglares, además, Faustino Oramas va contando la crónica de nuestra vida cotidiana. Para ello cuenta con su voz potente, unos octosílabos inmejorables y el criollísimo humor del doble sentido, atributos que lo han hecho famoso y hasta imprescindible en la abultada memoria de la música popular cubana.
Nacido en la ciudad de Holguín, el lejano 4 de junio de 1911, la biografía de este hombre es la historia de su música. Hasta el apodo con que se le conoce tiene su origen en el título de una de sus canciones En Guayabero, nombre de aquel pueblito de Camagüey donde Faustino estuvo a punto de perder la vida a manos de un celoso cabo de la antigua guardia rural, casado con una trigueñita demasiado resbalosa. Así, de aquella experiencia, como de todas las cosas importantes que ha visto o le han sucedido en su larga vida. El Guayabero ha tomado la materia prima para sus más populares composiciones, y por eso en sus letras refleja, como pocos lo han hecho, el modo de ser del cubano, su picardía congénita y su humor corrosivo y vital. Faustino Oramas es
por ello, tal vez, el último representante de aquella gloriosa generación de sonaros que vivieron de la música y para la música, y supieron transmitir a su obra la idiosincrasia del cubano, que siempre se reconoce en las canciones de este Juglar oriental. Y, como juglar al fin, El Guayabero vive y disfruta de la bohemia. Con el tres debajo del brazo, siempre está dispuesto a cantar en escenarios o parques, en bares o bateyes, dondequiera que haga falta la alegría, por que Faustino Oramas es la alegría de su música, y su público son todos los habitantes de esta, su ínsula querida y natal.
Art Blakey (Pittsburgh, 11 de octubre de 1919-Nueva York, 16 de octubre de 1990) fue un baterista estadounidense de jazz encuadrado en los estilos del bop y hard bop. Lideró varios grupos, entre los que destaca el quinteto Jazz Messengers, del que tomó las riendas durante tres decenios tras la marcha de Horace Silver, actuando y grabando bajo el nombre de Art Blakey and The Jazz Messengers. La formación fue cuna de algunos de los mejores artistas de jazz de la historia y se convirtió en la representación por antonomasia del estilo hard bop y funky jazz. La primera educación musical recibida por Blakey fue en forma de lecciones de piano; empezó a tocar profesionalmente muy joven, en su propia banda. Se pasó pronto a la batería, aprendiendo a tocar al estilo fuerte de Chick Webb y Sid Catlett. En 1942, tocó con la pianista Mary Lou Williams en Nueva York. Recorrió el sur de Estados Unidos en una gira con la banda de Fletcher Henderson durante los años 1943 y 1944. Luego lideró en Boston una big band antes de unirse al nuevo grupo formado por el cantante Billy Eckstine, con el que estaría entre 1944 y 1947. La big band de Eckstine fue la famosa "cradle of modern jazz" e incluyó, en diferentes ocasiones, a figuras de enorme relevancia en el futuro como Dizzy Gillespie, Miles Davis y Charlie Parker. Cuando el grupo se disolvió, Blakey formó su propia banda llamada los Seventeen Messengers. Grabó también con un octeto, la primera de sus bandas que recibió el nombre de Jazz Messengers.
A comienzos de la década de los cincuenta, Blakey comenzó una asociación con el pianista Horace Silver. En 1955, formaron un grupo con Hank Mobley y Kenny Dorham, llamado "Horace Silver and the Jazz Messengers". Los Messengers materializaron en forma de grupo el naciente movimiento del hard bop, enfatizando los ritmos primarios de la música y la esencia armónica. Un año después, Silver abandonó el grupo y Blakey se convirtió en su líder.
Desde ese momento, los Messengers fueron el vehículo expresivo habitual de Blakey, aunque continuase colaborando individualmente con otros artistas. Son destacables, en este sentido, su colaboración de 1963 para la compañía Impulse con McCoy Tyner, Sonny Stitt y Art Davis; una gira mundial en la que participó durante 1971-1972 con "the Giants of Jazz", un grupo de grandes estrellas entre las que se encontraban Thelonious Monk, Dizzy Gillespie, Sonny Stitt y Al McKibbon; y una extraordinaria actuación con otros tres grandes baterías (Max Roach, Elvin Jones y Buddy Rich) en el Newport Jazz Festival de 1964. ~ (wikipedia)
Art Blakey, quien visitó África en varias ocasiones, ha sido citado como diciendo el jazz no podría
haber ocurrido allí, que sólo podría haber ocurrido en los Estados Unidos donde y cuando lo hizo, pero Blakey también fue plenamente consciente de que los ritmos y polifónicos de llamada y los patrones de respuesta de relieve que todos vinieron de jazz. A mediados de los años 50 comenzó a experimentar con grandes conjuntos de tambores africanos que resbaló y ritmos latinos bajo Hard Bop cuerno y piano estructuras, lo que resulta en una especie de híbrido de jazz worldbeat años antes de la idea de worldbeat se convirtió en la codificación como un concepto musical. Pieles de vacaciones tiene un conjunto aún mayor de tambor que el que utilizan para 1956 Blakey similar tambor Suite, consistente esta vez en torno de tres bateristas de jazz (Philly Joe Jones, art Taylor, Blakey y él mismo) y una serie de latín y percusionistas africanos, incluyendo Ray Barretto y Sabú Martínez, así como Donald Byrd en trompeta y Ray Bryant en el piano. Con la excepción de Bryant, las dos composiciones, "Swingin 'Kilts" y "Reflexión", todas las pistas se trabajó durante una larga sesión de estudio que se desarrolló a partir del 11 pm hasta las 5 am de la mañana siguiente. El resultado final suena muy alegre, tribales y ceremonias, ayudado en ese sentido a lo largo intercaladas por cantos vocales, yelps, aullidos y silbidos, con ocasionales ráfagas de jazz recto o la textura de Byrd Bryant. El prolongado período de sesiones fue originalmente publicado por Blue Note como dos LPs etiquetados Tomo 1 y Tomo 2, y la reedición de este CD combina sin fisuras en una secuencia un poco más de una hora de duración.
Como uno puede sospechar, no hay un montón de melodía o la armonía que se está trabajando aquí, pero los ritmos son extraordinariamente interesante, con los distintos bongos, las congas, kit de formaciones y la trampa de responder constantemente los unos a los otros en expansión y la superposición de los círculos . Puede que no sea todo el mundo la idea del jazz, el jazz, pero que sin duda es, y muchos de los experimentos ritmo Blakey está tratando en el momento en álbumes como éste, Suite tambor, y 1962's African Beat son ahora estándar en los enfoques contemporáneos de jazz y pop, por lo que estos tres tambor centrado en las emisiones de sonido de manera inquietantemente actual años después. ~ Steve Leggett, All Music Guide
Art Blakey - Holiday for Skins (1958) Temas: 01. The Feast 02. Aghano 03. Lamento Africano 04. Mirage 05. O’Tinde 06. Swingin’ Kilts 07. Dinga 08. Reflection Musicos:
Hay villas que la formalidad de las denominaciones coloca dentro del área metropolitana de la capital cubana, pero en verdad son ciudades de verdadera investidura independiente. Una de ellas es Guanabacoa.
Originada al este de la bahía habanera y separada por las infinitamente navegadas de ésta, del macizo urbano que comenzó a fomentarse alrededor de aquella legendaria ceiba, que hoy se rememora en El Templete. Sin desdeñar la gran ciudad, Guanabacoa desde sus orígenes se labró a partir de instituciones y costumbres una identidad propia. Esto tiene elocuente resonancia en las diversas manifestaciones sociales y muy especialmente en la cultura.
Allí nació el 11 de septiembre de 1911 Ignacio Villa Fernández y transcurrieron fundamentalmente en tal sitio su niñez y adolescencia. Perteneciente a una familia negra y pobre, tuvo muy pronto francas referencias del quehacer de la gente más humilde. Él, por su parte, especialmente gracias al desvelo de su madre, pudo ir a la escuela y ser desde temprana edad distinguido por el buen vestir. Su mamá lavaba y planchaba para la calle, tenía lo que por entonces se llamaba "un tren de cantinas"; y frecuentemente era llamada por familias muy pudientes para que les preparara la comida de sus banquetes. Todo eso hacía, pero a su niño no le podía faltar de nada.
A los ocho años entra a estudiar en el Conservatorio Mateu de su ciudad y más adelante tomó lecciones en otros centros semejantes de La Habana. En realidad no tuvo tan prolongados estudios académicos, pero como demostraría después, fueron los suficientes para hacerse un artista único, con su propio esfuerzo y la capacidad de aprender de todo cuanto se le ponía por medio.
Aunque en los Inicios de la década del treinta estuvo estudiando en la Escuela Normal de Maestros de la Habana, no tuvo que transcurrir mucho tiempo para que tanto él, la familia y los demás cercanos, advirtieran que lo suyo era la música y su instrumento el piano. Sencillamente solo alcanzaba la plenitud tocándolo. Quizás por ello uno de sus primeros trabajos fue como pianista en una sala de cine silente de Guanabacoa. Luego, en el estreno mismo de su mayoría de edad comenzó a presentarse en pequeños cabarets y otros centros nocturnos, incluso estuvo en una orquesta del maestro Gilberto Valdés.
Vio cantar por primera vez a Rita Montaner en 1924 y se quedó maravillado. Meses después, al concluir un concierto de Ernesto Lecuona, no pudo resistir la tentación y se acercó a la inigualable cantante y actriz. Al decirle su santo y señas ella se dio cuenta de que siendo un niño muy pequeñito lo había tenido en sus brazos, cuando su madre iba por su casa a cocinarle a la familia. A partir de ese momento empezó a frecuentar su hogar y se establece una relación entre ellos, que sin dudas va á resultar definitoria en la carrera artística de Ignacio Villa.
Ella lo había visto tocar, conocía el repertorio que dominaba el joven y su facilidad para montar con virtuosismo piezas nuevas; por ello, ante el asombro del joven, un buen día de los primeros años treinta es llamado por Rita, que se había quedado sin pianista acompañante, para que se ocupe de ello. Hay referencia precisa, según el investigador Ramón Fajardo, de que el 27 de octubre de 1932 él la acompañó en un espectáculo celebrado en el habanero cine Fausto. A esas alturas Rita era ya una rotunda gloria de Cuba, por lo cual andar en su cercanía era un auténtico espaldarazo para Ignacio Villa, pero hubo más. Ella lo puso en contacto con un muy valioso repertorio de canciones criollas y algo de la mayor importancia. La Montaner le transmitió una disciplina de trabajo muy rigurosa que lo acompañó toda su vida. Ensayar a profundidad y durante largos días una pieza, para después salir a escena y hacerla con gracia y espontaneidad, que parecen haber salido de un impulso inmediato.
Condiciones muy por encima de las posibilidades medias encontró Rita en él, como para elegirlo como su acompañante cuando en enero de 1933 se fue contratada a trabajar a México. Ignacio Villa no había cumplido todavía veintidós años y estaba entrando para siempre por ese camino de luces, sombras, aplausos y saludos, mediante el cual los artistas verdaderos, después de muchas angustias y sudores, empiezan a hablar de tú a tú con la fama.
Entraron a México por Yucatán y en principio no era un contrato largo, pero la aceptación de Rita allí y después en Veracruz, la llevaron definitivamente a la capital mexicana. Antes de que ello ocurriera, para anunciar su actuación primera en tierra azteca, la cantante mandó a poner sin consultárselo: "Rita Montaner con su pianista Bola de Nieve''. Ella sabía que así le decían los muchachos del barrio que le veían tocar, negro y cargado de libras, en el cine silente de Guanabacoa. Y con ese mismo apelativo lo llamó a escena para que cantara y por supuesto se acompañara al piano, una noche en que se quedó sin voz. Justo en este punto de la vida de Ignacio Jacinto Villa Fernández, empezaba a tomar cuerpo el personaje colosal, que se montaría por encima de sus denominaciones de pila.
Antes de eso en Cuba acompañó cantantes y películas mudas y hasta tocó el piano en orquesta; pero no hay noticias de que en algún escenario hubiera cantado apoyándose en ese instrumento, que se convirtió en parte de su integridad.
Anduvo por muchas plazas mexicanas acompañando a Rita y después a otros cantantes como al floreciente Pedro Vargas, pero sin dudas crecientemente le fue atrayendo a Ignacio Villa, representar a Bola de Nieve. De tal modo que en cabarets, teatros y muy especialmente en emisoras radiales se hizo muy popular ya en su condición irrevocable de Bola. Su voz de persona diciendo las canciones en contrapunto con un piano preguntón y delicioso. Su cara pícara como la luna antillana para levantar la sonrisa oportuna y para ser el espejo apasionado de las muchas penas que se tejen en cualquier canción. Y siempre su voz diciendo la canción con filin, poniéndolo a uno entre la espada y la canción, siendo él mismo la canción de la que por suerte, jamás podrá salvarse.
Como sucedería años más tarde con Benny Moré, al regresar a La Habana a finales de 1934,nadie en la Isla sabía quien era Bola de Nieve y tampoco se acordaban mucho de que existía un muchacho pianista de Guanabacoa, que respondiera al nombre de Ignacio Villa. Quien presentó a los cubanos a Bola de Nieve fue el entrañable Ernesto Lecuona, el que ya en México lo había integrado a su compañía y ahora lo pasearía por las principales plazas de la mayor de las Antillas. Sin desdeñar requerimientos de Lecuona o de otros importantes músicos, él pule a diario su personaje de Bola de Nieve, para lo cual, además del talante histriónico, su sabiduría del piano y su voz de "vendedor de duraznos había que hacerse de un repertorio muy particular, suyo nada más. Para ello fue capaz de cantar no sólo en español, sino también en inglés, francés, catalán, italiano, portugués y chino.
Bola acudió a obras compuestas en Cuba por muy conocidas figuras o salidas del anonimato que se hunde en el folclor nuestro, y a todas ellas, a partir del resorte de sus posibilidades creadoras, las dotó desde su emplazamiento insular, de una inefable expresión universal. Sucede con Babalú de Margarita Lecuona, Ay, mamá Inés de Eliseo Grenet, Chivo que rompe tambó y El Manisero de Moisés Simons, Mesié Julian de Armando Oréfiche y de modo relevante con ese anónimo llamado Mamá perfecta.
Él se adueña de canciones, que muy difícilmente uno quiere escuchar en otra voz que no sea la suya, sin importar en dónde y cuándo fueron creadas, sólo basta que sean canciones que puedan ser un vehículo óptimo para ese personaje llamado Bola de Nieve. Pienso en La flor de la canela de la peruana Chabuca Granda, La vie en rose de la francesa Edith Piaff, Alma mía de la mexicana María Grever, Vete de mí de los argentinos hermanos Expósito, Aunque llegues a odiarme, del también azteca Vicente Garrido. Este poderío para enseñorearse de composiciones muy estratégicas de muchos de sus semejantes, se hace evidente hasta el deliquio en títulos de sus paisanos, como No puedo ser feliz de Adolfo Guzmán, Me contaron de ti de René Touzet, Tú no sospechas de Marta Valdés y Adiós felicidad de Ela O'Farrill.
Quienes pudieron gozar de la jugosa conversación de Bola de Nieve, se refieren con frecuencia a su severidad crítica para enjuiciar cualquier canción que llegaba a su conocimiento; quizás por ello comenzaba por su propia obra. No pocas veces se le escuchó decir que sólo había compuesto algunas "cancioncitas". Y claro, él sabía muy bien que no era cierto. Su catálogo autoral está pleno de algunas de las más arrasadoras canciones de amor compuestas en Hispanoamérica. Están para demostrarlo Ay, amor; Si me pudieras querer, No dejes que te olvide y Tú me has de querer.·
Bola cantó en los cuatro puntos cardinales del planeta y aunque nunca desdeñó los importantes clubes, cada vez más fue llamado a los más importantes teatros de España, Rusia, México, Perú o los Estados Unidos. Aquí en Cuba, en realidad él llegaba a la mayoría de las personas por la radio y en especial por la televisión. También en algunas actuaciones en teatros más bien de sobria cantidad de butacas. Sin embargo, creo que justo en 1971, cuando la muerte casi siempre ejerciendo su profesión de inoportuna, lo alcanza allí mismo en México -donde había empezado a construir su personaje-, él estaba siendo descubierto y gozado cada vez por más personas de su Cuba. Esa certidumbre la cobré por vez primera cuando en los primeros minutos del 26 de julio de 1970, rompió a tocar en el escenario del original teatro Amadeo Roldán de La Habana rebosado de público. Afuera y muy cerca estaban miles de personas entregadas a los goces del carnaval, pero dentro del prestigioso coliseo no cabía un alma más. Todos escuchaban esa trenza magnífica que es la voz y el piano de Bola, mientras él hacía su repertorio más exigente con toda delicia. Antes de marcharse de las tablas, con la candidez del niño de Guanabacoa que nunca dejó de ser, hizo que el piano vibrara con la Marcha del 26 de Julio.
Sacudidos por su muerte repentina, o por la impresión que desata escucharle, se escribieron poemas y canciones como la de Carlos Varela que habla de su entrañable fantasma en el restaurante Monseigneur. Y a través ,de los años he conocido intérpretes que le han tributado homenajes con espectáculos y discos, como la peruana Susana Baca y los cubanos Miriam Ramos y Pancho Céspedes. Ellos han puesto la devoción y el empeño por dialogar, o prolongar, el ejercicio de uno de nuestros músicos irrepetibles, y los demás tenemos que agradecer el gesto; pero al final en verdad, para los momentos en que uno necesita quedarse con uno mismo, o compartiendo en la luz que comienza o en la penumbra que camina hacia lo oscuro, con lo que más se quiere: no hay nada semejante como la voz cómplice de Bola cayéndonos encima._ Bladimir Zamora Céspedes.
Francisco Javier López Limón (Madrid, 1973), más conocido artísticamente como Javier Limón, es un compositor, productor y guitarrista español dedicado sobre todo al flamenco. Tiene una trayectoria dilatada con importantes premios y discos de éxito de artistas como Buika, Bebo Valdés, Diego el Cigala, Andrés Calamaro o Nella Rojas.
Cursa estudios clásicos de piano y oboe en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Posteriormente complementa su formación con el estudio de sus raíces andaluzas y flamencas, lo que le sitúa como una referencia internacional de la música, tanto en la faceta de compositor como en la de productor. Actualmente está especializado en flamenco, jazz, latín jazz y músicas del mundo.
Las características principales en la carrera de Javier Limón son la versatilidad en las diferentes tareas que ha asumido (compositor, guitarrista, productor, profesor, bandas sonoras, presentador de TV, etc.) y la diversidad, tanto en los países y culturas como en los estilos en los que ha profundizado (flamenco, jazz, músicas de Grecia, Portugal, India, Turquía, Israel, Holanda y casi todos los países de Latinoamérica)... ~ (wikipedia)
"Son de Limón" es el segundo álbum de Javier Limón como líder en el que se sumerge en todas sus influencias musicales y se rodea de una banda de músicos excepcional, posiblemente la más completa que toque ahora en España. Esta banda de Flamenco/Latin/Jazz es una consecuencia natural de la maravillosa afluencia que España ha recibido de músicos latinos y en concreto cubanos, y de su encuentro con la comunidad flamenca. Junto a estos chicos Javier Limón ha encontrado el vehículo ideal para recorrer este camino, un camino flamenco y racial pero a la vez diverso y universal, son de limón. Aquí las melodías son interpretadas tanto por la guitarra flamenca como por la trompeta, el saxo tenor o el piano… Las bases rítmicas y los patrones flamencos, habitualmente oídos a cajón y palmas, se ven reforzados por instrumentos con sonoridades más amplias, como la batería latina, la conga o la percusión menor. También armónicamente Limón ha buscado nuevos caminos a la hora de vestir sus melodías, para ello la diversidad de colores de esta banda abre nuevos caminos a la hora de crear nuevos acordes y sonoridades.
Este álbum es un homenaje al ochenta aniversario de la fundación del Septeto Nacional, organizado por Ignacio Piñeiro en 1927, época de pleno apogeo del son, donde a pesar de la dura competencia logró convertirse muy pronto en agrupación insignia del género, llegando incluso a conquistar una medalla de oro en la Exposición Iberoamericana de Sevilla celebrada dos años más tarde.
En 1934 la dirección va a pasar a manos del trompetista Lázaro Herrera, siendo esta una etapa en la que experimentaron largos períodos de inactividad que lo pusieron al borde de su definitiva desintegración, hasta que en 1954, gracias al esfuerzo del musicólogo Idilio Urfé se reorganiza, situándose nuevamente Piñeiro al frente de la misma hasta su muerte ocurrida en 1969, momento a partir del cual continúan su labor otras figuras como Rafael Ortiz y Carlos Embale. Herederos de una rica tradición, los actuales integrantes de El Nacional, ahora bajo la dirección de su cantante Eugenio Rodríguez “Raspa”, logran asumir el reto de mantener viva la leyenda, lo cual se evidencia en el presente disco, donde rescatan dignamente un repertorio antológico de excelencia al que pertenecen clásicos que le han dado la vuelta al mundo como Échale salsita, Suavecito, No juegues con los santos y Esas no son cubanas.